Con 60 años de historia, la carrera de Computación sigue siendo una de las más elegidas de Exactas, respaldada en un plantel docente de gran prestigio académico y profesional. En un mundo atravesado por tecnologías en permanente evolución, tres destacados profesores e investigadores reflexionan sobre los desafíos de una carrera con salida laboral casi garantizada pero muchas veces prematura.

La carrera de Computador Científico, que así se llamaba, fue el tercer pilar del desarrollo de la informática en la Argentina, luego de la adquisición de la primera computadora Mercury, la célebre Clementina, y de la creación del Instituto de Cálculo. Fue una carrera pionera en el país y en el continente, que el jueves pasado cumplió sesenta años de historia, nacida gracias al impulso de Manuel Sadosky y otros visionarios, y que inicialmente apuntaba a formar auxiliares para los matemáticos, que necesitaban realizar cálculos más rápido, con más variables, y ahora disponían de la herramienta para hacerlo.

Seis décadas más tarde, la licenciatura en Ciencias de la Computación es hoy una de las carreras más elegidas de Exactas UBA, y enfrenta, en un mundo atravesado por tecnologías en permanente evolución, desafíos siempre renovados. Lo hace respaldada en un plantel docente de gran prestigio académico y profesional, con amplia experiencia en la investigación y en la industria. Tres profesores e investigadores del Departamento de Computación (DC) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA describen las transformaciones recientes que ha experimentado la carrera, enumeran las que consideran sus fortalezas y reflexionan sobre la tensión todavía irresuelta entre la sólida formación que reciben los estudiantes y su salida prematura hacia el mercado laboral.

La IA es claramente un área en pleno auge y vertebra un interés creciente por hacer doctorados relacionados con esa rama de la informática.

“Diría que el Departamento de Computación se ha hecho fuerte trabajando algunos fundamentos de la informática que trascienden los vaivenes tecnológicos que suscitan las nuevas tecnologías que, aun con distintos nombres, muchas veces tienen los mismos problemas de base, o sea, cómo pensar algorítmicamente, cómo lograr que un software haga lo que quiero que haga, cómo estructurar el código, cómo organizar la ejecución para que sea escalable –dice Sebastián Uchitel, doctor en Ingeniería de Software, investigador del CONICET en el Instituto de Ciencias de la Computación, laureado con un Houssay y dos Konex, entre otros premios, y profesor de la carrera–. Son preguntas fundamentales a las que la tecnología, en evolución, siempre cambiante, va dando respuestas parciales, pero esas preguntas nunca terminan de irse porque constituyen los desafíos esenciales de la disciplina. En ese sentido, considero que, ya desde los primeros años, los estudiantes adquieren aquí una base teórica y de conocimientos aplicados que los prepara muy sólidamente para el mercado laboral, y precisamente, son buscados por eso, porque tienen una formación diferencial”.

“Históricamente, el DC de Exactas fue muy fuerte en algoritmos y en investigación operativa –señala Diego Garbervetsky, investigador del CONICET, profesor de la carrera y hoy director del Instituto de Ciencias de la Computación-. Hay en el mundo dos modelos de cómo aparecen los departamentos de computación: algunos vienen de la electrónica y otros de la matemática. El nuestro apareció claramente como un desprendimiento del Departamento de Matemática, nuestros primeros profesores fueron matemáticos. Y sólo después fueron desarrollándose otras áreas. Hoy el DC sigue siendo fuerte en algoritmos, también es fuerte en ingeniería de software y se ha desarrollado mucho en inteligencia artificial, con un enfoque bastante interdisciplinario y de aplicación, con gente que viene de la algorítmica pero también de la neurociencia. Diría que esos tres son los pilares. Pero también han crecido mucho las áreas de teoría de la computación, modelado y simulación, y finalmente robótica, que tuvo un eje inicial más vinculado a imágenes pero ha ido migrando. En esas seis áreas están distribuidas nuestras principales fortalezas”.

La IA es claramente un área en pleno auge que, en rigor, se enseña hace décadas en la Facultad, pero que en los últimos tiempos adquirió una enorme relevancia tanto en la investigación académica como en el imaginario de los nuevos ingresantes. El Laboratorio de Inteligencia Artificial Aplicada (LIAA) nuclea a casi un tercio de los investigadores del ICC y vertebra un interés creciente por hacer doctorados relacionados con esa rama de la informática, aún de graduados provenientes de otras disciplinas.

Esa transversalidad de todas las áreas de la computación se vio robustecida el año pasado. Desde 2022, el DC tiene dos carreras: a la licenciatura en Ciencias de la Computación se sumó la de Ciencias de Datos. Revirtiendo la tendencia que se había dado en la última década y media, cuando el número de ingresantes decaía, desde la pandemia, la matrícula de Computación crece de manera sostenida, y Datos fue este año la carrera con más inscriptos. Entre ambas explican la mitad de los nuevos alumnos de toda la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales.

La matrícula de Computación crece de manera sostenida y Ciencia de Datos fue este año la carrera con más inscriptos.

“Para el Departamento, tener dos carreras supuso un gran cambio docente –puntualiza Uchitel–. El abordaje transversal que aporta Datos hace que ahora dialoguemos de modo más fecundo con las otras carreras de la facultad, que al aprehender la informática como una herramienta mucho más clara para el desarrollo de sus disciplinas generaron más trabajo interdepartamental. Y esto viene a reforzar, para el DC, una concepción más sólida de aplicabilidad de los conocimientos. Hoy tenemos más gente trabajando en temas de aplicación para otras ciencias que en algunos temas núcleo de la informática”.

Para Garbervetsky, “la formación algorítmica que tienen los graduados de Exactas les permite una fácil inserción en la industria, los posiciona muy bien en un mercado muy competitivo: no solo son buenos programadores, también saben razonar en términos de eficiencia. Y, lo cierto, es que hoy en la Argentina hay más lugares interesantes para trabajar para este perfil de graduados, no sólo haciendo sistemas administrativos, ‘picando carne’, como solemos decir, sino en empresas que hacen I+D, agregando valor a productos que compiten con otros. Hoy hay en la industria más interés por innovar, más aplicabilidad, más servicios informáticos con mucho valor agregado, entonces, la demanda de personal capacitado es mayor. Ahora bien, la inserción laboral es inmediata y, hay que decirlo, demasiado anticipada. Tenemos muchos alumnos que se van muy temprano porque encuentran buenos trabajos”.

Suele ocurrir, entonces, que estudiantes del primer o segundo año de la carrera obtengan empleos en el sector privado, en la industria del software, ya sea en grandes organizaciones o en startups con el foco puesto en productos, con salarios que superan largamente los de sus profesores, más la posibilidad cierta de trabajar en modo remoto para empresas del extranjero. Y, si bien hay un título intermedio, el de Bachiller Universitario en Ciencias de la Computación, el título de grado no es habilitante, como sucede en otras disciplinas. Además, si veinte años atrás los graduados procuraban doctorarse para seguir la carrera académica, hoy el número de quienes, con formación específica en computación, emprenden un doctorado en computación, viene retrocediendo. La industria genera nuevos atractivos, más posibilidades de aplicación de los saberes adquiridos, sin contar el estímulo económico. El problema aparece cuando esa demanda laboral anticipada interrumpe muy tempranamante la trayectoria universitaria.

La inserción laboral es inmediata y demasiado anticipada. Muchos alumnos interrumpen su carrera universitaria porque encuentran buenos trabajos.

El programa +Acompañamiento, que implementó Exactas UBA para que estudiantes de todas las carreras de la Facultad que ingresaron hace más de diez años puedan obtener el título de grado, es una de las respuestas a este dilema. Hay otras.

“Ese programa intenta ir a buscar a los que dejaron para que vuelvan. Está claro que la rápida inserción laboral genera deserción –admite Juan Pablo Galeotti, investigador del CONICET en el ICC y actual director del Departamento de Computación de Exactas UBA–, y la tasa de egresados es realmente baja. Buscamos soluciones, respuestas para motivar a los estudiantes desde el principio. Por ejemplo, todas las materias obligatorias se pueden cursar después de las 17.00. Y, a partir del nuevo plan de estudios, los alumnos tienen programación desde el primer cuatrimestre. Antes no era así. Ahora tenés Introducción a la Programación, y se suma Pensamiento Computacional en el CBC”.

“¿Por qué es importante que completen todo el ciclo de grado? Obviamente, porque van a ser mucho mejores profesionales –se pregunta y responde Galeotti–. Ahora bien, hay diferentes modos de medir deserción. No es que abandonaron Medicina y, por lo tanto, no van a poder ejercer, o ahora se dedican a la jardinería. Quiero decir, no creo que estemos fallando en formar gente. Una persona que en dos años sale y le va bárbaro, es de alguna manera un caso de éxito. Aprendió un montón, le sirvió de mucho. Por eso esa estadística hay que analizarla con cuidado. Está claro que estamos cumpliendo un rol”.

El director del DC evalúa los desafíos educativos de una carrera en la que, muchas veces, la disciplina y la herramienta son la misma cosa. “El plan de estudios acaba de modificarse y, sin embargo, lo cierto es que, en términos temáticos, cada materia evoluciona en cada cuatrimestre. O sea, el plan de 1993 hablaba de cosas que ya no existen. Eso no sucede en la mayoría de las carreras. Acá podés tener materias relativamente estables, como las de matemáticas, pero en las de sistemas, en las de ingeniería, en el transcurso de un año todo cambia completamente. En cualquier caso, y más allá de las tecnologías y los lenguajes que es imprescindible actualizar permanentemente, lo central es que se brindan contenidos fundamentales sólidos, fomentando la creatividad y el pensamiento crítico, y eso es lo que permite no solo aprender sino hacerse las preguntas correctas, es decir, aprender un método para adquirir conocimientos, aprender a razonar y a solucionar problemas.”

En medio de la revolución de la economía del conocimiento, la industria que más crece a nivel global, la carrera de Computación procura entonces no solamente formar buenos profesionales, sino que comprendan, también, cuál es el rol que pueden cumplir en el mundo que viene.

“Apuntamos a que los estudiantes puedan discutir críticamente el rol de la ciencia en el desarrollo, a que tengan un abordaje ético de la tecnología, a formar personas que generen conocimiento, que agreguen valor a la actividad productiva, que aporten al desarrollo y, en general, que le hagan un bien a la sociedad –concluye Galeotti–. No tenemos una visión que diga que la realidad es mala ni vivimos en una burbuja teórica en la que solo queremos científicos. Al contrario, hemos tenido materias de emprendedurismo y en los concursos buscamos específicamente profesores que tengan un recorrido en la industria. O sea, la carrera está en contacto permanente con la realidad, que nos nutre y nos interpela: un día es el blockchain, otro día ChatGPT y otro día vehículos no tripulados… una revolución atrás de la otra”.

Fuente: nexciencia.exactas.uba.ar/